Nunca pude imaginar la trascendencia e impacto que tendrían los comentarios que durante esta temporada ofrezco al comienzo de La Rosa de los Vientos. Cada idea y cada editorial despierta posiciones a favor, en contra... Y aunque para los primeros no estar de acuerdo en algo es a menudo razón objetiva para merecer innsultos y falta de respeto, lo cierto es que una gran mayoría expresa su opinón favorable unas veces y contraria en otras ocasiones... ¡cómo debe ser! Pero eso sí, me siento afortunado y privilegiado por poder exponer unas ideas, sentimientos y planteamientos que creo pueden ayudar, servir, dar que pensar... Ya expuse en otra entrada algunos de esos editoriales y ahora ofrezco los últimos.
12 de septiembre: el Nuevo Orden Mundial
El 7 de octubre de 2001 comenzó la invasión de Afganistán. Era el precio de los ataques del 11 de septiembre, de los cuales ayer mismo se cumplieron 8 años. Un nuevo episodio en eso que vino a llamarse Nuevo Orden Mundial, un concepto que empezó a utilizarse por primera vez en 1990, cuando empezaron a calentarse los motores de la primera guerra del Golfo. Pero en realidad, la búsqueda de ese nuevo orden mundial ha sido el motor del mundo… Es el motor de la Historia. Los romanos buscaban un nuevo orden mundial cuando entraban en los territorios bárbaros. Los españoles también lo buscaban cuando colonizaban América. Los ingleses, o los franceses, hacían lo propio cuando querían hacerse con el control de África… Lo que no deja de ser curioso es que, una y otra vez, ese nuevo orden mundial lo imponen los poderosos, los ricos, los de arriba… Los del Norte. Ellos son quienes dicen qué es necesario ordenar. Realmente, el nuevo orden mundial llegará el día en el que invadir no signifique expandir la libertad y en el que civilizar no sea corregir. Y el día en el que pensar distinto, vestir distinto, creer distinto, comerciar distinto, tener una piel distinta… el día en el cual eso no sea un delito, sólo entonces, habrá un nuevo orden mundial.
26 de septiembre 2009: los góticos
Aunque la noche sea cerrada. Oscura. Negra. Hoy, antes de comenzar, quisiera reivindicar el color negro. Porque el negro aprende de todo, absorbe todos colores. Me gustaría reivindicar el negro como forma de vestir. Si ustedes lo quieren, lo reivindico como seña de identidad de varias, les llaman así, tribus urbanas. Góticos, siniestros… Hay más. Pero les aseguro que es en ese mundo donde he encontrado mucha gente con valores homogéneos siempre o casi siempre válidos. Las mentes más cultivadas, más cultas, más abiertas, más tolerantes, más activas, más dialogantes, los más caballerescos, los más educados… A fin de cuentas, esos movimientos nacen del romanticismo en su más pura esencia, la esencia de la rebeldía basada en el humanismo. Y el romanticismo que reclaman con sus ropajes negros no es otro más que el derecho y el deber de pensar por sí mismos, sin que nadie los piense. Ahí he encontrado las mentes más puras. Prefiero esas mentes de personas que visten de negro inmaculado que las mentes de quienes visten con inmaculada corrección en función de dónde están o con quién están. Normalmente, ese es un síntoma que nos sitúa sobre el camino de una mayoría que no piensa por sí mismo, sino en función de unas reglas que alguien ha escrito. El programa de hoy se lo dedico a quienes vayan con quien vayan, aunque sean los más poderosos del mundo, y vayan donde vayan, aunque sea el museo más serio y elegante del mundo, mantienen sus ideas, sus principios… o su forma de vestir. Y porque esta semana, estas personas, los góticos, han sido víctimas de comentarios muy injustos.
Nota: De todos los editoriales del programa, seguramente el que acabo de reproducir fue el más “polémico”. Y todo porque esa misma semana -y ahí estaba el origen de lo que me motivó a ponerlo en antena- el presidente del Gobierno visitaba Nueva York y junto a la familia Obama visitó el Museo Metropolitano de la ciudad de los rascacielos. En la foto de ambas familias, se veía a las hijas de Presidente vestidas como son ellas y como sienten ellas. Vestían con ropas estilo gótico. Algunos quisieron ver en mis comentarios un acto de demagogia con tintes políticos. Eso sí, también recibí comentarios entrañables y maravillosos…
27 de septiembre: los orígenes del hombre
Hace tan sólo unas horas, se ha presentado un documental que reconstruye la historia del hombre. Es el resultado final de una investigación que inició hace ocho años la sociedad National Geographic. El objetivo de este estudio era seguir las huellas genéticas de los seres humanos a partir del cromosoma masculino Y. Gracias a este trabajo se ha podido averiguar que todos los hombres descendemos de un Adán genético que vivió en la actual Tanzania hace 50.000 años. Dichos marcadores se han encontrado en la tribu Hadzabe, que son, por así decirlo, el tronco del árbol genético. Ese individuo es el único que ha trasmitido su ADN a todas las generaciones y pueblos que habitan el planeta. Quizá, por alguna razón que habría que buscar en su carga genética, dispuso de algún tipo de ventaja sobre los demás que lo ha convertido en el padre de todos los hombres. Gracias a este estudio se ha podido demostrar que las semejanzas en todos los pueblos del mundo son extraordinarias. Y que incluso son mayores entre los habitantes de un mismo grupo racial en una comunidad muy localizada que entre los habitantes de diferentes grupos muy separadas. Esto quiere decir que un chino puede ser más parecido a un indio que dos chinos o dos indios entre sí. O que dos negros pueden ser incluso más distintos que un negro de un blanco. Esto, lógicamente, no debe utilizarse para hacernos recordar que no existe fundamento para sostener diferencias étnicas, porque no debería ser necesario, pero a algún cabeza cuadrada -pongamos por caso a un cabeza rapada- le puede venir bien saber que seguramente es más parecido genéticamente a un judío o a un negro que a otro cabeza cuadrada como él.
2 de octubre: neolengua popular
Cuando George Orwell empleaba el término neolengua, se estaba refiriendo a la utilización del lenguaje como un mecanismo de control de los ciudadanos. Lo que no podía imaginar en aquel momento el genial autor es que se conseguiría que todos los ciudadanos acabarían siendo partícipes de la neolengua. A día de hoy, cuando alguien expresa su ideas o planteamientos, sea sobre la cuestión que sea, recibe de inmediato toda una serie de acusaciones que se fundamentan en la perversión del lenguaje y el significado transformado de las palabras como herramienta de ofensa. Así, si alguien te acusa de está siendo imparcial en realidad está diciéndote que no piensas como él. Si alguien te acusa de polarizar una discusión es que en realidad se encuentra en el polo opuesto al tuyo y eso no lo acepta. Si alguien te dice que faltas a la objetividad, está diciendo que sólo su subjetividad es la válida de merecer el concepto de neutralidad… Y si alguien te acusa, como si de algo horrible se tratara, de no ser apolítico, no es que no seas apolítico, es, simplemente, que tu planteamiento está enfrentado a su posición política. Y la expresión más recurrida es decirte que eres demagogo. Ellos utilizan esta palabra como sinónimo de pensar distinto. A veces, incluso llaman demagogia a decir la verdad, o una verdad distinta que no les convence, que les incomoda, que choca contra sus creencias…
9 de octubre: Obama, Nobel de la Paz
En el anterior programa, abría La Rosa de los Vientos con una reflexión sobre el Premio Nobel de la Paz. Faltaban pocos días para que se concediera. Y decía que entre los candidatos estaba Silvio Berlusconi. Añadía que ojala lo ganara, porque de esa forma quedaría al descubierto que ese premio es una estafa y un engaño. No ganó Berlusconi, pero le han concedido el premio a Barak Obama. Y yo me alegro. Ayer viernes disfruté con la noticia, porque la victoria del presidente norteamericano certifica lo que dije: el Nobel de la Paz es un engaño. Pero de inmediato se han fabricado argumentos para justificar lo incoherente del galardón. Uno de los más asombrosos es que es demasiado prematuro, como si de sus intenciones se presumiera que algún día lo podría merecer. Dijo que cerraría Guantánamo: no lo cerró. Dijo que hay que ir hacia un mundo sin armas atómicas: y no ha destruido ninguna de las más de diez mil que él tiene. Dijo que había que salir de Irak, y se mantiene allí con cientos de miles de soldados. Y mantiene la guerra de Afganistán, e incluso va a mandar más soldados. Además, ha permitido asustar al mundo con una pandemia que ha contribuido más que nadie a propagar con mentiras sobre su peligrosidad para sanear las cuentas de la industrias de medicamentos. También ha sido sospechosa su participación, o en todo caso su omisión, en un golpe de Estado. Su gran triunfo ha sido decir de todo -aunque no tanto como nos han hecho creer, en discursos vacíos y populistas- y no hacer nada, sino más bien todo lo contrario. Le tendrían que haber dado el Nobel de Química, por lograr un milagro: conseguir que la alquimia del verbo vacuo se transforme en el millón de euros que le van a dar.
10 de octubre: Kafka y la incomunicación
La lectura de algunos clásicos recientes aporta lecturas y sentimientos que no están al alcance de los clásicos de antaño. No es que los últimos no valgan. Es que los de ahora, y por ahora hablo del último siglo, han vivido un mundo mucho más cercano al nuestro. Sé que es imperdonable, pero hasta esta semana no había leído La Metamorfosis de Kafka. Y menuda obra. En el sentido literal, porque es breve y se lee de dos tiradas, y en el metafórico, que dice todo lo contrario, porque en este caso menuda es gigante de calidad.
Narra la historia de Gregor, que una mala mañana se levantó convertido en un bicho. De él dependía la vida de todos los que estaban alrededor, pero su metamorfosis iba a impedir que las cosas siguieran así. Es símbolo puro, porque un día se cansó de eso. Y se despertó siendo aquello en lo que le habían convertido. De entre todos los párrafos y frases impresionantes, con un manejo del lenguaje, de los signos de puntuación y de las imágenes sublime, quiero compartir con los oyentes un pequeño fragmento del libro.
Les cuento: en la habitación de Gregor hay tres puertas, una para cada lado de su casa. Cuando se produjo su transformación, asustado, se recluyó, se escondió… Y quisieron saber qué le pasaba cuando él no se atrevía a mostrarse así ante los suyos. Pero a esos sentimientos siguieron otros. Más adelante, dice Kafka: “Ya no volvieron a abrir la puerta, así que Gregor esperó en vano. Antes, cuando las puertas estaban cerradas con llave, todos querían entrar; y ahora, que había abierto una puerta y que las otras las habían abierto, sin duda, durante el día, ya no entraba nadie. Y, además, ahora, las llaves estaban al otro lado”. A mi me ha fascinando, en su contexto, este párrafo que delata la incomunicación que se puede llegar a sufrir hasta que el aislamiento no deseado le transforma a uno. Y es que, con mucha seguridad, la incomunicación es uno de los grandes males que se pueden experimentar, uno de los grandes males del tiempo que vivimos, sobre todo cuando esa incomunicación está repleta de llamadas e invitaciones. Una de las grandes misiones de la radio es, precisamente, comunicar, pero no sólo informaciones y datos, sino intentar que lo que se diga cale hondo y llene los huecos del alma, ese alma que Kafka perdió porque se la robaron. Es uno de los objetivos en La Rosa de los Vientos. Bienvenidos a esta aventura en el que sí te escuchamos.