04 diciembre, 2012

¡FALSO!: "HEMOS VIVIDO POR ENCIMA DE NUESTRAS POSIBILIDADES"


Anoche presenté mi libro Triple A en la Casa del Libro. A este mismo lugar, acudió hace unas semanas Tamara Falcó y, según sus palabras, el libro que más le llamó la atención, entre los cientos de miles que hay ahí, no fueron las obras de Phillip Roth, Tom Wolfe, José Saramago o Paul Auster. Ni siquiera le llamó la atención los libros de Benedetti o de Onetti. Según sus palabras, el que más le cautivó fue la Biblia. Y lo compró. Ahí inició una transformación que le ha llevado incluso a acercarse al mundo de las apariciones marianas y se plantea, por si fuera poco, la probabilidad de hacerse monja. Podría haber elegido incluso las sombras esas de Grey, que no es buena literatura, pero habla sobre el ser humano y sus gustos, más o menos como la Biblia, pero al revés. Eso sí: la Biblia está bien escrita, es literatura de inmensa calidad, es una obra fascinante, su estudio antropológico e histórico es un ejercicio fascinante, pero en manos que se mueven -y ya no hablo de las sombras de Grey- por una mente con otro tipo de impulsos quizá incluso hasta puede llevar a decisiones drásticas, como la de internar en un monasterio o creer que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, que es una frase-verdad que se está utilizando demasiado para justificar las razones de la crisis económica que estamos viviendo.
Una de las cosas que me propuse en la presentación era, especialmente, hablar de cómo la crisis ha servido para presentar en sociedad, con aplausos bien generalizados, determinados tópicos y sentencias que se utilizan demasiado y que no siempre contienen una gran verdad. De ello hablo en mi libro de forma sobrada. Quizá, la más terrible de esas sentencias es esa que dice que existió una época de bonanza y que, mientras duró, vivimos por encima de nuestras posibilidades. Por más que uno mire al pasado, no encuentra mayor bonanza que pagar a duras penas las letras, las facturas o los impuestos. Ahora no se consigue ni siquiera a duras penas; poder sobrevivir debe ser vivir por encima de las posibilidades y encontrarse en la bonanza más absoluta...
Cuando uno entra a la Casa del Libro, si algo le llama la atención y decide comprarlo, puede poner en práctica aquello que antiguamente era el trueque, y que es la base de la economía: el intercambio de bienes. Es decir, tú das dinero y a cambio te dan un libro. Es muy sencillo. Ese tipo de economía ha entrado en recesión porque el dinero que la gente tiene en sus bolsillos en cada vez menos, pero ese tipo de economía, la real, la de todos, es víctima de la crisis económica que se ha generado a otro nivel, al más alto nivel, en el mundo financiero, y por culpa de haber puesto AAA (Triple A) a casi todos los productos financieros, se ha producido una borrachera de sucesivas ventas y compras en las que, en realidad, lo que se estaba intercambiando no era una cosa por otra, sino dinero por dinero. Eso había hecho crecer la burbuja con números de infinitas cifras que representaban dinero, pero que en realidad no existía. Era un dinero que incluso puede decirse que era irreal. Ahora, cuando ha habido que ponerlo encima de la mesa, convertirlo en real, en contante y sonante, se le ha quitado de sus bolsillos a los ciudadanos que en esa supuesta época de bonanza vivían por encima de sus posibilidades. Al quitárselo a los ciudadanos, el consumo decrece, el paro se incrementa y... la crisis se lo lleva todo.
No han sido los ciudadanos los que vivieron por encima de sus posibilidades. Han sido quienes vendían dinero haciendo creer que ese dinero iba a valer más y más. La avaricia y la codicia ha sido inmensa. En un correo electrónico que se ha conocido, extirpado de las entrañas de una agencia de calificación que estaban invitando a la borrachera gracias a poner Triple A a todos esos productos financieros, uno de los analistas decía: “Hagámonos ricos antes de que este castillo de naipes se derrumbe”. Ahora se ha desplomado, pero los ciudadanos no son los culpables. No vivieron por encima de sus posibilidades, sino que vivieron con las que tenían, más bien escasas, pero su escasez es ahora penuria. No sé si esas frases que se utilizan para justificar la actual crisis y desviar la atención para culpabilizar al ciudadano son tan falsas como las verdades que impone la Biblia a sus acólitos, aunque bien pensado, creérselas les lleva a algunos al convento y vivir al margen de la realidad, mientras que a otros, que decidieron quedarse en esta realidad, les lleva a vivir en las calles después de que les quiten sus propias casas.