13 septiembre, 2007

EL ANESTESISTA MAESO, ¿UN CABEZA DE TURCO?





En 1998 cientos de personas descubrieron que eran portadores del virus de la hepatitis C. Casi diez años después, la Justicia determinó que hubo un único culpable: el anestesista valenciano Juan Maeso. Sin embargo, la sentencia reabre el debate sobre las verdaderas causas de la epidemia.


Es de esas citas que merece la pena recordar cada dos por tres. Lo dijo Mark Twain: "Cuando camines del lado de la mayoría, párate a pensar". Este es uno de esos casos respecto al cual la mayoría de los ciudadanos piensa lo mismo. Servidor era uno de ellos. El problema llega cuando se empieza a revisar la información son prejuicios. Ahí comienzan las dudas. En este caso, los periodistas participaron del sentir de la mayoría, logrando reforzar la creencia general. Quizá no se equivocaban. O quizá sí. Evidentemente, las imágenes de las víctimas y de sus familiares, de cuyo dolor es imposible hacerse cargo, invitan a la prudencia y a la búsqueda de una respuesta. La verdad sobre este caso no parece estar del todo clara...

Vayamos al tema.

Juan Maeso se pinchaba con mismas jeringuillas que después utilizaba para anestesiar a los enfermos que iban a someterse a una operación. Lo hacía a escondidas del personal sanitario que estaba junto a él en las operaciones quirúrgicas. De este modo, el médico contagió a 275 personas con el virus de la hepatitis C. Tras nueve años de instrucción sumarial y de juicio, la Audiencia Provincial de Valencia condenó al prestigioso médico a 1933 años de cárcel. La sentencia ha sido del agrado de las víctimas y de los fiscales, además de recibir el aplauso generalizado de la opinión pública.

Sin embargo, no son pocos los que piensan que tras este episodio se esconde una auténtica conspiración para desviar la atención sobre las verdaderas causas de la epidemia de hepatitis C que se declaró en Valencia entre 1988 y 1998. Una crítica que formula la propia defensa del acusado, cuyos abogados recurrieron la sentencia ante el Tribunal Supremo. Consideran que Juan Maeso ha sido el cabeza de turco elegido por las autoridades para ocultar un grave problema de salud pública en Valencia. E indicios para sostener su sospecha no faltan.

Epidemia en Valencia

La presión mediática ha servido para extender la sensación de que Juan Maeso actuó como un auténtico genocida que acabó con la vida de 275 personas. Sin embargo, “sólo” dos de los contagiados, de 71 y 75 años, fallecieron como consecuencia de los problemas derivados de la hepatitis C, una enfermedad que se carecteriza por la infección del hígado y que puede llegar a provocar cirrosis y tumores hepáticos.

Además –y como sostiene el letrado defensor de Maeso, el abogado Francisco Davó– otras 600 personas acudieron a los hospitales valencianos finales de la década de los noventa para someterse a análisis. Todos ellos descubrieron que eran portadores del virus, sin embargo, sus casos no fueron incluidos en la causa al no haber existido ningún tipo de relación entre ellos y el médico. Ya entonces, los partidos de la oposición al gobierno de la Generalitat de Valencia afirmaron que las autoridades sanitarias utilizaron al doctor Juan Maeso como chivo expiatorio para no asumir la responsabilidad ante la falta de control sanitario en los hospitales. De forma inexplicable, el incremento alarmante del contagios de hepatitis C no “despertó” las alarmas de las instituciones médicas.

Ninguno de esos cientos de pacientes cuyos casos no se incluyeron en el sumario contra Maeso saben todavía quién les contagió el virus. Es más, de los 275 que sí forman parte del proceso, más de 40 nunca fueron anestesiados por Maeso y otros 60 presentan determinadas características genéticas en los virus que portan que manifiestan diferencias muy notables con la cepas de hepatitis que se descubrieron en el cuerpo de Juan Maeso.

Además, se da un a doble circunstancia de tipo estadístico. Por un lado, la posibilidad de que una sola persona contagie a 275 de hepatitis C requeriría miles de “intentos”. También hay que señalar que los análisis genéticos demostraron que Maeso es portador de dos tipos de cepas distintas –1a y 1b– y, sin embargo, los 275 infectados sólo presentan el tipo 1a. Por si fuera poco, en 40 de los casos por cuyo contagio ha sido acusado Maeso, las fichas de operación quirúrgica a la que fueron sometidos certifican que fueron otros médicos los que suministraron los opiaceos para la anestesia. Mientras, otros 30 enfermos reconocieron no haber sido nunca tratados por el médico ahora acusado. Por si fuera poco, sólo dos testigos implicaron directamente en los contagios a Juan Maeso, pero la defensa recordó que ambos eran enfermeras que fueron apartadas del servicio por el propio médico, cuyo trabajo fue elogiado por varios de sus compañeros. Además, los peritos forenses que intervinieron en el juicio pusieron en duda la versión oficial de la Generalitat, cuyos responsables fueron los primeros en señalar a Maeso debido a las sospechas de que se drogaba con los fármacos anestésicos.

Una causa desconocida

Uno de los colaboradores del anestesista a cuyo testimonio he tenido acceso, confiesa que jamás presenciaron que el médico se pinchara con las anestesias destinadas a los pacientes. Los análisis médicos tampoco han podido demostrar la presencia en el cuerpo de Maeso de evidencias en este sentido, si bien un estudio genético determinó que Maeso podría ser el origen común de todos los casos de hepatitis C personados en la causa. Esto se debía a que el médico se infectó entre 1984 y 1991 mientras que todos los casos denunciados son posteriores a 1988.

Sin embargo, existe la probabilidad de que Maeso enfermara después que muchos de los otros pacientes. De hecho, él aseguró en el juicio que fue un infectado más. Además, en el Hospital de la Fe, donde trabajó hasta febrero de 1998, se registraron 190 nuevos casos de hepatitis C después de que el anestesista fuera suspendido de su cargo.

Así pues, ¿fue otro el origen del brote de hepatitis en Valencia? Los propios fiscales recordaron tras la sentencia que fue el Gobierno autonómico el que indicó quién era el culpable: “Desde el año 1998, cuando la administración empieza a señalar al acusado empezamos a trabajar con él como sospechoso”, admite Javier Carceller, fiscal del caso que señaló durante la vista oral que el “rumor generalizado” de que Maeso era drogadicto facilitó la argumentación para implicarlo. La defensa de Maeso sostiene, a consecuencia de ello, que el médico fue elegido como cabeza de turco. En breve, los jueces del Tribunal Supremo deberán dirimir si, además de Maeso, hubo otras causas para explicar el brote epidémico que afectó a cientos de valencianos.