15 junio, 2011

LOS GRANDES TRIUNFADORES DE LA FERIA DEL LIBRO



Este año quise pasear por la Feria del Libro. Quería ser yo quien fuera en busca de sus autores favoritos. Pude comprobar cosas que no son nuevas. Que el autor más afamado, el que más firma, el que más colas de ansiosos lectores tiene detrás es un ratón que responde al nombre de Jeronimo Stilton. Detrás de él, con su buen grupo de seguidores, aunque ya nadie trae los del antaño, un grupito de mediáticos y normalmente embombados novelistas (con “m”, aunque sin “m” también valdría para algunos) cuyos personajes sólo hablan, dicen, responden, aseveran, argumentan... tras un guión (tras un guión ortográfico, aunque también algunos de esos escriben pensando en que hacen un story board). Son los tiempos en los que la literatura es un conjunto de ensayos con guiones y en los que eso que se llamaban narrador omnipresente y omnipoderoso está desapareciendo. Son tiempos en los que los protagonistas de las novelas son un alter ego de los autores y en los que los que sentir, amar, odiar, llorar, fantasear, imaginar o mecerse en la angustia ya no está de moda, seguramente porque para muchos de esos autores lo más de lo más es describir los lugares que aparecen en sus novelas como si fueran una fotografía con palabras pero sin expresar cómo huelen, cómo se siente uno en ellos, cómo se respira la angustia y alegría de quienes pasan por ahí... esas cosas son las cosas del alma e intentar conocerla o describirla está lejos de su alcance.


Veo como triunfan gentes que escriben bien, muy bien, bien de cojones, como Mario Vargas Llosa, que triunfaron, hicieron trabajar a los agentes de seguridad, y trajeron a cientos de lectores ávidos de un “Para X, con amistad” (no da tiempo para que escriban mucho más) estampado en algunas de las primeras páginas de los libros. Que pena que gente como él ni siquiera lea sus libros y recuerde cómo sufrían, clamaban y se dolían los personajes que creó. Veo a otros. Algunos amigos míos. Otros ya no. Qué pena de ellos porque han entendido la literatura como si se tratara de un ensayo en donde se cuenta lo mismo que dicen en sus obras de “no ficción”. Y lo dicho: triunfaba un personaje que no existe: un ratón. Pero ojo, porque si la literatura es un camino hacia la ensoñación y hacia el viaje con la mente, ese ratón ha conseguido más empatía que casi cualquier persona de carne y hueso. De eso se trata.


Seguramente, si cuando Kafka se puso en la “piel” de una cucaracha para expresar cómo uno puede sufrir La Metamorfosis, hubiera aparecido en la Feria del Libro en un caparazón negro convertido en insecto, hubiera sido un triunfador con cientos de personas deseando que con sus patas hubiera estampado una rúbrica, porque muchos sienten y viven (que no es vivir) cómo a veces llega el momento en que nadie te entiende, ni te escucha, ni te comprende, ni te comunica ni te deja comunicar, y muchos, muchos de esos hipotéticos lectores del relato sobre la historia de Gregorio Sanma saben lo que es sentirse aislado, incomprendido y despreciado hasta el punto de no darte cuenta, al menos al principio, de que eres un insecto repelente. Hubo un día un poeta, un poeta que es genio, que escribió sobre Gregorio Samsa unos versos inolvidables: “Soy una cucaracha temblando de frío/ como un gusano/ que en la calle me espera, en el viento/ tempestad en silencio,/ castillo en el espanto/ cuando Ícaro cae sobre el papel/ sobre el papel en llamas del espanto.” Quien lo escribió dijo de sí mismo que se sentía cada mañana esperando que la memoria terminara o que el recuerdo se volviera azul.


Sobre ese poeta que hablaba de la cucaracha de Kafka, otra poetisa, Montse Villar, escribió: “ Que suba al cielo,/ si él lo existe,/ a pegar en las nubes,/ gritos soeces/ que los ángeles/ puedan leer desde sus alas./ Que les enseñe el dolor,/ la rabia y la vida,/ de los de aquí abajo,/ que les borre las mentiras./ Dile a Panero/ que me espere en el cielo de los suyos/”. Y ese poeta ¡estaba ahí! Alcé la vista al ver sus obras en una de las casetas y me encontré con rostro. Yo que tantas veces también le pedí que me esperara en el cielo de los suyos, que es rojo, de fuego, y está bajo la Tierra, y que algunos seguramente confunden con el infierno, apenas supe qué hacer más que coger uno de sus poemarios, en los que hay pocos versos suyos que no hubiera leído aún, y le pedí su autógrafo. Quien le ayudaba me dijo que había puesto: “Para Bruno, con amistad”. No había forma de entenderlo... ¿y qué? Simplemente le dije “Gracias, Panero”. Si ponía ahí eso o ponía cualquier otras cosa, a mi no me importa. Ya no iba nunca a decir eso que dice la canción de Nacho Vegas: “Una vez casi conocí a Michi Panero”. Bueno, Michi decidió que basta ya de esta vida hace unos cuantos años pero Leopoldo María Panero siguió en este mundo. Dicen los historiadores de la literatura que es un novísimo, que es uno de los representantes de esa generación calificada así por hacer algo viejo (sentir y escribirlo), que ya es un clásico, que es uno de los poetas vivos más grandes que existen en este planeta. Estaba sólo yo para que me firmara, pero la cola de ideas, pensamientos, sentimientos compartidos que arrastaba ocupaba mucho más espacio que la que llenaban algunos autores con unas cuantas decenas de seguidores detrás. Su esfuerzo por estar ahí para descubrir que las masas están donde está la masa, por salir del hospital en donde cuidan de su alma ya dañana de forma perenne, porque ese es el precio que pagó -la locura- por ser más y mucho más que los mejores, es lo que de verdad vale. Él, que escribió de la cruz de “los herederos de la rosa y de los vientos” -así lo escribió, tal cual- para los que las lágrimas son el único vestido cuando te han disparado en la nuca, estaba ahí, y fue, sin duda alguna, el gran triunfador de la Feria del Libro 2011. Ahora, todos los días, vuelvo a leer alguno de sus versos: “La batalla perdida de la vida.../ Y, como alguien dijo: he leído todos los libros/ y en ninguno decía que la tarde era pura./ Enséñame a escribir de nuevo/ a volar sobre la mano que escribe.../ Y sólo escribir nos salva de ella./ Y lloro porque no hay lágrimas,/ y lloro porque no lloro”.

Y junto a Panero hubo otro triunfador. Algunos creían que era un tipo que cantaba, cantaba grave, algún vals, algún medio tiempo... y resulta que ganó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras este año. Mientras algunos se preguntaban el por qué un cantante ganaba ese premio, la historia tuvo que recordar que dos décadas antes de que convirtiera una mínima parte de sus poemas en canciones, se dedicaba a la literatura y había conseguido ya un éxito clamoroso de crítica y público. Con poemas a veces provocadores, a veces obscenos, a veces ambiguos... En suma, notables expresiones que ni siquiera su público sabía de qué iban, cuando creían que detrás estaba el artista seductor, en realidad estaba (haz clic para entenderlo) quien un día escribió: “El caso es que me estoy convirtiendo en oro, dicen que es un largo proceso, que se alcanza poco a poco... pero esto es para informaros que me estoy convirtiendo en barro”. A veces su público sonreía a lo que parecía oro, cuando en realidad pronto los versos se hacen menos de metáfora, más de realidad, más de profundidad, capaz de convertir la risa en barro, el barro en el que sólo está quien siente Y resulta que muchas casetas habían expuesto sus libros -estaban en los almacenes hasta ayer- y sus escritos en primer plano, con algún cartel que decía “Los poemas de Leonard Cohen”. Más de uno, de dos y de diez vi que cogían esos libros. Si leían un verso y lo dejaban, seguramente serían de los que acudían hasta allí en busca de “davinciadas”. Pero si dentro de esos corazones había algo más, se llevaban un libro de este canadiense que es frío para los fríos (o sea, que es un genio porque el mundo está repleto de fríos). Vi a bastantes de estos últimos, de los que leían un verso, y luego otro... Algunos leerán lo que a él le dolió recordar cuando diez años antes de coger el micrófono escribió esto en “La caja de especias”: “Temo el momento/ en que tu boca/ empiece a llamarme cazador./ Permanezco mudo/ porque has caído junto a mi,/ porque tus pestañas/ son las espinas de pequeños y frágiles animales./ Cuando me llamas cerca/ para decirme/ que tu cuerpo no es hermoso/ quisiera convocar/ los ojos y ocultas bocas/ de piedra, luz y agua/ para que atestiguen en tu contra./ Cuando me llamas cerca/ para decirme/ que tu cuerpo no es hermoso/ quisiera que mi cuerpo y mis manos/ fueran estanques para tu mirada y tu risa.”

Así, en la Feria del Libro del 2011, la feria de los 50.000 visitantes, de los 8 millones de euros de caja, de los 300.000 ejemplares vendidos... hubo dos triunfadores: Lepoldo María Panero y Leonard Cohen. Juntos no superaron unas cuantas decenas de ejemplares, una mínima parte del “botín”, pero gracias a todos los muchos que se llevaron cosas frías sigue habiendo espacio para que los grandes puedan seguir existiendo y podamos sentirnos cerca de una cucaracha, de un tipo que sigue vistiendo de negro aunque el blanco le siente mejor o de un enfermo que se cansó de estar cuerdo. (Foto: la dedicatoria de Panero)

10 junio, 2011

FERIA DEL LIBRO, SÁBADO 11 DE JUNIO A LAS 19.00


Entre las 19.00 y 21.00 horas, Bruno Cardeñosa firmará ejemplares del libro "Conspiraciones y misterios en la historia de España" en la caseta 206, de la editorial La Esfera de los Libros.

Este nuevo trabajo, el número 15 de los publicados por el autor, aborda una historia incómoda de España desde 1898 a 2004, analizando hechos como el hundimiento del Maine que provocó la pérdida de las últimas colonias, el empleo de armas químicas contra población civil en los años veinte, la inexistencia de un poder masónico en el gobierno de España, el desarrollo por parte de Franco del proyecto para construir una bomba atómica, los episodios más sangrientos de la Transición, las elecciones que tuvieron lugar tras los atentados del 11-M...