25 enero, 2010

PARTICIPA EN LA ENTREVISTA A BRUNO CARDEÑOSA (Y entre quienes participen... se sortearán tres ejemplares dedicados de "Mentiras Populares" )


Con motivo de la publicación el próximo 16 de febrero de la nueva edición del libro Mentiras Populares (Booket, grupo Planeta), sobre leyendas urbanas y otros engaños, os proponemos participar en una entrevista con el autor a través de este blog. Para participar sólo hay que escribir al correo electrónico brunocardenosa@yahoo.es y exponer aquellas cuestiones que estiméis oportuno.

La entrevista tiene una “condición”: no se admiten preguntas tópicas del estilo de cuál es tu misterio favorito o si alguna vez has pasado miedo con alguna investigación. Y es que la idea es que sea una entrevista atrevida, con preguntas que si se desea resulten incómodas o incorrectas. Además, para facilitar la participación de los lectores, se solicita que no haya más de una pregunta por correo y si se quiere hacer alguna exposición personal junto a dicha pregunta, se ruega que no exceda de las cinco líneas. El compromiso es claro: se publicitarán todas las preguntas el 15 de febrero, se dejarán en blanco aquellas a las que el autor no se atreva a responder, pero la pregunta se publicará, y cuando se responda el compromiso es con la verdad.

Al margen de lo señalados, los temas son libres. Por supuesto, pueden versar sobre el libro Mentiras Populares, pero también sobre otros trabajos, sobre el programa de radio, sobre la revista Historia de Iberia Vieja, sobre la Cara B, sobre... todo, con libertad y respeto (al menos, el justo). Te guiamos: aquello que siempre quisiste preguntar y que no te atrevías...

22 enero, 2010

La historia de Haití (en clave "Cara B") que no debemos olvidar

Un terremoto ha asolado Haití. Uno de los países más pobres del mundo. Uno de los más violentos. Uno de los que más ha sufrido el colonialismo. Un país que fue posesión de España hasta 1697. Después de Francia. El destino de los esclavos del colonialismo. En 1789, en los tiempos de la revolución francesa, en la isla había 500.000 esclavos, 60.000 hombres libres y 20.000 blancos (los dueños de todo). Pero los haitianos se levantaron y vencieron el 28 de noviembre de 1803. Unas semanas después, el primero de enero de 1804, el país declaró su independencia. El primero del continente -tras Estados Unidos- en lograrlo y en abolir la esclavitud. Nunca se lo perdonaron…
Ahora es necesario saber por qué Haití es el país más pobre de América. Más que nunca, a raíz de la tragedia sufrida, recordar los episodios ocultos de la historia reciente de este país nos puede servir para tener una visión en conjunto de lo que está ocurriendo allí a consecuencia de un terremoto que tuvo la misma intensidad que el acontecido en Los Ángeles en 1989. En aquella ocasión hubo 60 víctimas. Ahora, el número de fallecidos ante un movimiento sísmico idéntico es unas 2.000 veces mayor. Y es que si bien los terremotos no pueden evitarse, sus consecuencias sí. Y para que estas consecuencias se hayan producido en Haití ha sido necesario escribir capítulos indignos en los cuales el mundo rico al que pertenecemos es responsable directo, algo que no tenemos claro -creo- cuando con la excusa de la ayuda humanitaria queremos y pretendemos -quienes nos gobiernan- imponer nuestra forma de hacer las cosas escudándolo como una tutela necesaria.

Dos siglos en busca de la democracia
La independencia de Haití siempre estuvo sometida al hostigamiento de los países poderosos, que son los mismos que ahora se autonombran indispensables para salvar al país. Tras dicha independencia, Francia volvió a invadir el país y le cobró una indemnización por declarar su libertad (¡150 millones de dólares de la época). Inglaterra también actuó de forma similar. Consecuencia: la resistencia y los enfrentamientos se creó una situación que impidió, durante largo tiempo, el despegue económico y social del país. Revueltas, desolación…
En 1915 Estados Unidos invadió Haití para impedir que se ejecutara la norma constitucional que impedía la venta a extranjeros y cobrar la deuda que el país tenía con el Citibank. Y, cómo no, la excusa preferida: pacificar el país. La ocupación duró 21 años, a lo largo de los cuales los dominadores crearon grupos armados como brazo ejecutor del poder. La salida de Estados Unidos tras las victorias haitianas no significó el fin de las injerencias extranjeras, que a partir de entonces se llevaron a cabo por otros medios. En 1957, François Duvalier se alzó de forma cruenta en el poder. Apodado Papa Doc, él y, posteriormente su hijo, Baby Doc, establecieron durante 30 años una de las dictaduras más terribles que recuerda la Historia reciente, lo que no impidió que ambos criminales fueran apoyados desde el exterior, ya que se les consideraba vitales para la lucha anticomunista en el Caribe.
Tras la huida de Duvalier con los bolsillos llenos -es decir, la riqueza que expolió a su país- se abrieron las puertas al FMI (Fondo Monetario Internacional), que impuso sus normas económicas a cambio de créditos para el desarrollo del país, en concreto, a cambio de 25 millones de dólares (a devolver, claro está, y con intereses que duplicaban la cantidad inicial). Se obligó a liberalizar el mercado y todos los servicios básicos fueron privatizados. También se impuso la importación de alimentos rebajando los precios de los aranceles, lo que a la larga provocó la destrucción del sector primario y de las tierras haitianas que comenzaron a sufrir un proceso de deforestación que ha alcanzado el 98 % del territorio del país. Y de la subsistencia se pasó a la dependencia de los productos alimenticios extranjeros, apoyados por la subvenciones, lo que imposibilitó obtener rendimiento a los cultivos propios, que resultaban más caros de producir y no podían competir con los made in usa.
Duvallier hijo, bay doc, abandonó el país a bordo de un avión de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. Después, obtuvo asilo en Francia. Aunque los tonton macoutes, las feroces guerrillas de los Duvalier aún siguieron intentando hostigar al pueblo, finalmente se convocaron las primeras elecciones en la historia del país. Fue en el año 1990. Los comicios los ganó un sacerdote llamado Jean Bertrand Aristide, que obtuvo el respaldo del 67 % de los electores. Por primera vez, la democracia se abría paso en Haití. Sus propuestas levantaron las esperanzas del pueblo. Se propuso, además de impedir las injerencias políticas extranjeras, recuperar la agricultura para producir bienes que pudieran consumirse dentro del país e imponer normas a las industrias extranjeras alojadas en la isla para que no explotaran a los trabajadores locales. Una de sus primeras normas fue duplicar el salario mínimo, que situó en casi tres dólares por día. Sin embargo, aquellas medidas fueron rechazadas por Francia y Estados Unidos, además de por el Fondo Monetario Internacional, que consideraba que no eran adecuadas…

En contra de Aristide y una nueva dictadura
El presidente Aristide comenzó a ser objeto de numerosas acusaciones. No deja de ser paradójico que el Fondo Nacional para la Democracia del Departamento de Estado de Estados Unidos decidiera financiar a la oposición -formada por grupos paramilitares- contra el primer presidente demócrata del país… Uno de los hombre que recibió apoyo fue general Raúl Cédras, que había formado parte destacada del ejército en la época de los Duvalier. Ocho meses después de la toma de posesión del primer presidente democrático, Cédras capitaneó un brutal golpe de Estado que derivó en enfrentamientos y conflictos que sumergieron al país en las ruinas económicas. Una fuerza multinacional dirigida por Estados Unidos lo ocupó para ayudar al golspita, periodo de tiempo durante el cual el grupo que lideró la asonada, el Frente para el Avance y el Progreso de Haití, empleando las técnicas de los tonton machotes, encabezaron la violencia en el país.
Aristide retornó a la presidencia el 15 de octubre de 1994. Un contingente de la ONU fue el encargado de gestionar el regreso y el nuevo gobierno. Pero nunca volvieron a tomarse de nuevo las medidas que tanto habían incomodado a los más poderosos… Para poder regresar a su país, Aristide se comprometió ante el FMI a aplicar las medidas de ajuste económico solicitadas por los gestores de la economía mundial. La presión en su contra llegó hasta el extremo de tener que inaugurar una lápida de homenaje en honor de los miembros de los escuadrones de la muerte que habían sembrado el terror durante las dictaduras.
A las siguientes elecciones no pudo presentarse Aristide por normativa constitucional, ya que no podía mantenerse en el poder dos legislaturas. Las ganó, el 7 de febrero de 1996, René Preval, el actual presidente y la mano derecha de Aristide durante mucho tiempo. El apoyo popular fue muy amplio: 88 % de los votos (aproximadamente, el mismo porcentaje de habitantes del país que vivían por debajo del umbral de la pobreza). No fue fácil para Préval gestionar la situación; más violencia: un ministro de Duvalier fue capturado por terrorismo y un destacado miembro del ejército próximo a los dictadores fue asesinado por desconocidos tras desvelar la existencia de un plan para asesinar a Aristide y Préval. ¿Una ejecución perpetrada por los servicios de Inteligencia?
Durante esos años, el país no avanzó en dirección alguna, si bien se detuvo el crecimiento negativo anual, que se estipuló en un -0,3 %. Bajo esta circunstancia, no tan negativa, hubo nuevas elecciones legislativas en 1999, aunque la oposición tardó varios meses en aceptar las inscripciones electorales necesarias para convocar a las urnas a los habitantes. Finalmente, los comicios se celebraron en mayo con la aplastante victoria del partido Lavalas, encabezado por Préval y Aristide. Pero ni la ONU, ni la OEA ni Estados Unidos se mostraron conformes con los resultados, que volvían a ser un golpe en pleno rostro de quienes desde el exterior niegan el derecho de los haitianos a elegir libremente quiénes gobiernan, por mucho que nadie puede negar que los políticos de Lavalas también están implicados en múltiples casos de corrupción y represión.

Nuevas intromisiones
Las elecciones presidenciales se celebraron en 2001, meses después de que el “mundo civilizado” decidiera embargar las ayudas internacionales. Otra vez ganó Lavalas. Y, por tercera vez, Aristide ocupó el cargo de Jefe de Estado. El país tuvo fuerzas para sacar la cabeza, por poco que fuera. El índice de pobreza se redujo del 80% al 70% y el crecimiento dejó de ser negativo, pero sólo subió al 0 %. Lo que sí que empeoró fue la libertad. Varios periodistas murieron asesinados y decenas de ellos sufrieron amenazas. Hay consenso -si bien no pruebas- en señalar que los responsables del hostigamiento estaban en el Palacio Presidencial o en órganos de poder oficial. Realmente -como señala la investigadora Elsa Bruzzone- en esta nueva etapa el gobierno “se corrompió adoptando hábitos de las antiguas dictaduras”, lo que originó la formación de una Plataforma Democrática que, poco a poco, fue arrancando apoyos en el sector de Aristide. Pero esa -cuyos valores políticos pueden tildarse de izquierdas- tampoco era la oposición que deseaban Estados Unidos y Francia que “prefirieron volver a los antiguos métodos” con un nuevo objetivo amén de la expulsión de Aristide: frenar a la Plataforma Democrática. Pese a todo, no puede negarse que durante todo ese periodo de tiempo -entre 2000 y 2004-, el crecimiento económico de Haití se situó en el 1,4% (1,7 % más que en la década anterior). Por fin signos positivos… ¡No se lo iban a perdonar!
Por aquellas fechas se creó un grupo opositor llamado “los 184“ con el apoyo financiero de Estados Unidos y Francia. Uno de los líderes ideológicos del movimiento fue el francés Dominique de Villepen, que después llegaría a ocupar el cargo de Primer Ministro de Francia. En su informe sobre cómo actuar en Haití se explica que es necesario ir más allá de las palabras y trabajar en colaboración con Estados Unidos. “Nuestros intereses deben unirse para fijar las reglas del juego”, dice textualmente ese informe.
Al frente de “los 184” se situó a André Apaid, testaferro de los dictadores Duvalier. Y se creó una guerrilla armada por estos dos países que comenzó a prepararse en República Dominicana, país que facilitó tiempo después -tras los conflictos civiles originados a comienzos de 2004 por los enfrentamientos sociales, y las elecciones legislativas de 2003, ganadas nuevamente por Lavalas- la apertura de las fronteras para que penetrara en Haití, desencadenando un nuevo conflicto civil. Al frente de esa guerrilla se encontraba el mercenario Guy Phillipe, utilizado en numerosas ocasiones para liderar golpes de Estado. Entre los órganos que presionaron a Aristide también se encontraba la OEA (Organización de Estados Americanos), que “invitó” al gobierno para que cesara la represión contra la oposición, que se negó a nombrar representantes en el Consejo Electoral, bloqueando así cualquier atisbo para validar la situación resultante de la voluntad de los haitianos. Sólo la dimisión de Aristide -exigencia de la oposición- liberaría la situación y calmaría los ánimos de los sectores enfrentados al Presidente, que ocupaba el cargo desde el 7 de febrero de 2001 en sustitución de René Préval.
La conjunción de factores desestabilizadores no tenía fin. Enfrentamientos, denuncias de corrupción, dimisiones de ministros, estallidos de violencia, narcotráfico… Pero sobre todo, en el eje de la situación social se encontraban los 500 millones de ayuda internacional destinados al país pero bloqueados por los países donantes, que exigieron reformas políticas y medidas económicas favorables a la liberalización de la economía frente a las medidas sociales e intervencionistas del Estado, que además reclamaba 22.000 millones de dólares en concepto de indemnización a Francia a causa de la multa que se obligó a pagar por la independencia (En París, sobra decirlo, a nadie se le ocurrió necesario restituir el daño). Finalmente, en mayo de 2003, hubo un principio de acuerdo según el cual el Fondo Monetario Internacional se comprometía a desbloquear parte de esa ayuda, algo menos de 200 millones de dólares, si bien esa ayuda se entregaba en forma de préstamo (es decir, a devolver por Haití con intereses). Poco después, Francia y Estados Unidos solicitaron por enésima vez la dimisión de Aristide…

Golpe de Estado de 2004
Jean Bertrand Aristide, según las noticias transmitidas por las agencias de información, acabó dimiendo de su cargo el 29 de febrero de 2004. Huyó en un avión a la República Centroafricana. Eso es, al menos, lo que decían las noticias. Luego se supo que esa no era la verdad, porque en realidad fue expulsado del país a punta de pistola por parte de soldados norteamericanos que, en teoría, habían desembarcado en Puerto Príncipe para pacificar el país ante las revueltas.
Tras la expulsión de Aristide, una nueva misión de ocupación por parte de la ONU tomó las riendas del poder, en principio, según los acuerdos adoptados, hasta el año 2010. Estados Unidos y Francia apoyaron la iniciativa, pero vetaron cualquier investigación para investigar los verdaderos motivos de la salida del país de Aristide, que se produjo en la madrugada del 29 de febrero, cuando los embajadores de Estados Unidos y Francia entraron en el Palacio Presidencial tras el asalto de los marines norteamericanos. Le pusieron sobre la mesa tres opciones: morir a manos de Guy Phillipe, ser enviado a Estados Unidos para ser juzgado por crímenes y tráfico de drogas o salir del país hacia África a bordo de un avión militar. Los soldados que asistían a la oferta le apuntaban -mientras se decidía- con sus fusiles M-16. Entre quienes hacían la oferta a Aristide también estaba Veronique de Villepen, hermana del futuro primer ministro francés.
El nuevo gobierno interino fue apoyado por Estados Unidos y se impulsó por parte de numerosas naciones un paquete de ayudas de mil millones de dólares, aunque gran parte de ese dinero formaba parte de créditos flexibles (créditos al fin y al cabo, pero a los que se le añade la coletiya de flexible para disimular la realidad). Una vez más, la ayuda humanitaria se convertía en un negocio que hipotecaba aún más las arcas del Estado, cuya deuda exterior no ha hecho más que crecer. También la violencia: en 2005 se produjeron 10.000 asesinatos.
En nuevas elecciones en 2006, René Preval ganó otra vez. El voto de los haitianos volvía a dar la espalda a los países que lideraban las injerencias… Aunque los resultados electorales fueron impugnados por la oposición apoyada desde el exterior, el temor a nuevos baños de sangre en un país repleto de soldados de la ONU, obligó a la comisión electoral a aceptar los resultados pese a que Francia y Estados Unidos no apoyan a Préval, el actual presidente, cuyo palacio de gobierno también ha quedado en ruinas a consecuencia terremoto, que llega tras los cuatro huracanes sufridos en tiempos recientes por los haitianos, que provocaron un éxodo masivo del norte al sur, es decir, en dirección a Puerto Príncipe. Lo que faltaba para rematar con 100.000 muertos los 200 años de desgracias…

Terremoto: solidaridad y… ¿nueva invasión?
El pasado sábado 16 de enero comenzaba La Rosa de los Vientos en Onda Cero con una reflexión sobre lo ocurrido en Haití. En esa introducción recordaba que los terremotos son inevitables, pero sus consecuencia sí están determinadas. De no haber sufrido los 200 años de injerencias, manipulación, odio, conspiraciones… que ha tenido que soportar este país, con total seguridad lo ocurrido no habría partido el alma del medio mundo, que se ha lanzado en una carrera de ayuda humanitaria sin par. Pero señalaba que esa ayuda humanitaria -y me han cosido a navajazos por el comentario, cuando en realidad no me estaba refiriendo a las bien intencionadas obras de millones de ciudadanos anónimos- no era más que un parche cuando no una hipócrita pose por parte de quienes por acción u omisión son culpables de que la tragedia haya tenido la dimensión que ha tenido.
También señalaba en esa introducción -en algún foro me llamaron borracho y drogadicto por decirlo, y un presunto militar norteamericano me dijo por correo privado que me merecía una buena bofetada por lo dicho- que la ayuda humanitaria (insisto, la que lideran los países e instituciones internacionales, no los ciudadanos) era una forma de limpiarse la conciencia de cara a sí mismos y a la opinión pública. También dije que con la excusa de esa ayuda humanitaria se estaba llevando a cabo una intromisión de facto, casi incluso una ocupación militar del país. También -todo hay que decirlo- me han llovido comentarios positivos de quienes sí han entendido lo que quise señala y que comparten esa misma opinión que, estoy seguro, es la opinión de mucha gente… silenciada o callada.
Diez días después de la tragedia todas esas ideas se han fortalecido. Ver cómo las tropas -más de diez mil soldados, de momento- tomaban el país con una puesta en escena digna de la mejor película pero indigna para el sentido común, ha sido una confirmación a todos los miedos. Ver cómo los helicópteros aterrizaban, en lo que parecía una operación del asalto, en los prados que se abren frente al derruido palacio presidencial ha sido una escena poderosa… y angustiosa, sostenida para hacerla excusable, sin querer o queriendo, por un puñado de mensajes repetidos hasta la saciedad durante todos estos días: “Vacío de poder en Haití tras el terremoto”, “se desata la violencia” (que ha sido la misma en la que vive el país desde hace mucho tiempo, mucho menor en todo caso de la sensación que se ha transmitido), “han comenzado los saqueos” (con el mensaje implícito que esconde el titular: los haitianos son incontrolables, violentos… ¿quién no saquearía un supermercado derruido si se muere de hambre?), “Haití no existe” (diciéndonos con ello que las estructuras sociales y administrativas han quedado destruidas… ¡cómo que no existe!), etc. En definitiva, toda una serie de mensajes, a veces rozando la discriminación social y racial, que justifican la idea de que sólo las tropas internacionales son capaces de ordenar el reparto de ayuda humanitaria, afirmación que por un lado no responde a la realidad (no está llegando esa ayuda de forma adecuada, incluso se ha impedido a quienes verdaderamente ayudan efectuar su trabajo, por ejemplo, aterrizar en el aeropuerto porque había que dejar paso a algún líder internacional que llegaba en su jet para tomarse la foto) y que por otro usurpa al pueblo haitiano toda independencia y capacidad. Si los 200 años de intromisiones enterraron al pueblo haitiano ya antes del terremoto, la gestión de esa ayuda no está haciendo más que prorrogar esa situación. Hay tantas cosas perversas en todo lo que está ocurriendo…
En su primer anuncio, el presidente de Estados Unidos prometió una ayuda de 100 millones de dólares. Suena a mucho, pero es incluso menos que lo que le costó Ronaldo al Real Madrid, si bien habrá algunos que dirán que esa afirmación es demagógica: ¡qué palabra-comodín tantas veces usada para zanjar una discusión! Será demagogia, pero es verdad, que a la postre es lo que importa: con todo el valor económico de esa ayuda humanitaria sería imposible fichar a todos los jugadores de ese mismo equipo de fútbol. La ayuda humanitaria -repito, la de los ciudadanos- es noble y loable, necesaria incluso (siempre que no la capitalicen los de siempre como si fuera suya). Pero junto a esa ayuda humanitaria debería haber exigencias por parte de quienes la han ejercido: la exigencia de que dejemos al pueblo haitiano (y a todos, que son decenas, que han sufrido historia similares) decidir su futuro sin ningún tipo de influencia, de dominios, de injerencias…

13 enero, 2010

HAITI: TERREMOTO... E INTERESES

Haiti ha sufrido una devastadora catástrofe. Un terremoto de 7,3 grados con epicentro a pocos kilómetros de la capital ha dejado al país en situación catastrófica. Doce horas después del temblor todavía no hay datos oficiales sobre la magnitud de la tragedia, pero sabiendo cómo son las condiciones geológicas y estructurales del país y en general de toda la isla, no es aventura afirmar que nos vamos a enfrentar en las próximas horas y días a informaciones que serán difíciles de asimilar y a cifras de víctimas que nos van a hacer padilecer. Lo que sí sabemos es que varios países han empezado a mostrar su solidaridad (¿dónde han estado mientras dejaban morir de hambre a este país o cuando grandes potencias decidieron en varias ocasiones frenar intentos de desarrollo cambiando gobiernos a su antojo con la consiguiente deriva de miseria que iba a significar?) Pero ahora sí, Hillary Clinton, la ministra de Asuntos Exteriores de Estados Unidos ha efectuado unas declaraciones diciendo que va a ayudar a Haití. Sus declaraciones me han producido un rechazo inmenso: "Proporcionaremos asistencia civil y militar, así como ayuda humanitaria. Nuestras oraciones están dedicadas en estos momentos a la gente que ha sufrido, a sus familias y seres queridos". ¡Exacto! Primero la ayuda civil y militar -la humanitaria es menos importante- no vaya a ser que no puedan contralar el país... En el devastador tsunami de hace cinco años en Asia, ya hicieron lo mismo: camuflar una operación política y militar como ayuda humanitaria. Y ahora, o mucho me equivoco, o lo van a volver a hacer...