07 octubre, 2007

EL NUEVO ENEMIGO


El diario más serio del planeta publicaba el pasado domingo 30 de septiembre una información a toda página –e incluso en portada, como uno de los temas destacados– en la que podía verse una enorme fotografía de dos muchachos que van a ser ahorcados. La imagen provoca escalofríos. Es despreciable. Y debajo de la fotografía, el titular de la noticia: “Ser homosexual en el país de Ahmadineyah”.

De esta forma, la impresión que se lleva el lector es que en Irán se condena a muerte a los homOsexuales. No nos engañemos: la mayor parte de los lectores miran titulares y pasan página (Me temo que, realmente, esos lectores son los que interesan al sistema). Y, de refilón, se leen algún titular y, como mucho, la entradilla del reportaje. Quienes así lo hicieran, en este caso, leerían lo sIguiente: “Gays iraníes relatan la dureza de vivir en un régimen que niega su existencia y que mantiene la pena de muerte para los desviados”. Así las cosas, dicha entradilla no haría sino reforzar esa idea de que los ahorcados de la imagen han sido asesinados por ser homosexuales.

Ahmadineyad en Estados Unidos
La historia que nos ocupa comienza el 24 de septiembre. Seis días antes. Con esa fecha, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, fue invitado a dar una conferencia en la Universidad de Columbia. Sin lugar a dudas, el rector, Lee Bolinger, cuando le invitó, lo hizo pensando en lo instructivo que podía ser y en las buenas lecciones que podía ofrecer a los alumnos. Evidentemente, la invitación no tenía nada que ver su presunta intención por acaparar la atención de los medios, generar publicidad para su universidad y “suministrar” noticias para las televisiones. Evidentemente, cuando Bolinger le presentó, recordando que había negado el Holocausto y que había amenazado con borrar del mapa Israel, tampoco buscaba aparecer en las noticias. Tampoco buscaba su cita de gloria en la prensa del día siguiente cuando delante de Ahmadineyad le calificó de “cruel y mezquino dictador” (es moda llamar dictadores a quienes han sido elegidos por las urnas, mientras que a quienes no lo han sido –en Pakistán o Arabia, por ejemplo– se les denomina amigos). Tampoco le molestó que cientos de jóvenes se manifestaran a las puertas del recinto protestando contra el iraní, por prometer destruir Israel y negar el Holocausto. Otrora, cuando los estudiantes lo hacían para reclamar sus derechos, eran calificados de revolucionarios infestados…

El problema es que, durante su conferencia, el presidente iraní dijo que el Holocausto sí había existido. En realidad, nunca ha negado su existencia (en los próximos días os voy a ofrecer un reportaje sobre cómo se generó esta leyenda urbana que ha “embaucado” a políticos y opinión pública). Ahmadineyad nunca ha dicho que no murieran cruelmente asesinados seis millones de judíos en los campos de concentración de los míseros nazis. Y volvió a insistir en ello en la Universidad de Columbia. Del mismo modo, tampoco ha dicho jamás que quisiera destruir Israel. Se trata de otra leyenda urbana que, el propio interesado, aclaró durante su charla ante Bollinger. Caray, los manifestantes quedaban en ridículo. Estaban protestando por algo que el hombre contra quien clamaba nunca había dicho. Mal asunto. Insisto, en próximos días explicaré cómo se generó –y los intereses que hubo detrás– esta leyenda urbana.

Peor era el papel que tenían los medios de comunicación, que podían quedar en entredicho si reflejaban fielmente las palabras de Ahmadineyad, que estaba negando que él hubiera dicho alguna vez eso que los medios dicen de él. Me imagino a más de un periodista, en la sala de conferencias, tragando saliva: “¿Y sobre qué escribo yo mañana? ¿Digo que llevo años diciendo que ha hicho lo que no ha dicho? ¿Que yo también he sido víctima de la interesada leyenda urbana?”

Y he aquí que el presidente iraní dijo que era necesario investigar el 11-S y aclarar quién estuvo detrás. Evidentemente, pocos pensaron en hacer demasiado eco del asunto, habida cuenta de que, además, un alto porcentaje de la población tiene la mosca detrás de la oreja sobre qué pasó exactamente. Pero como respuesta a un asistente a la charla dijo algo que sí tenía “jugo”. Su ya famosa frase: “En Irán no existen homosexuales”. Entonces, el mundo entero se lanzó al cuello de Ahmadineyad ante semejante barbaridad. No era para menos. Sin querer, el líder iraní había solucionado la papeleta de los comunicadores. Ya tenían titular. Ya no podían decir que negaba el Holocausto o que había prometido destruir Israel, porque el mismo negó ante cámaras y taquígrafos que hubiera insinuado tales cosas, pero sí podían focalizar todas sus críticas hacia la nueva “revelación”. A las pocas horas, todos los grandes medios de comunicación destacaban en sus titulares que Ahmadineyad aseguraba que no existen gays en Irán. El problema es que tampoco dijo eso exactamente, sino que en realidad se refería a que no existía un movimiento homosexual. Evidentemente, esta apreciación no justifica absolutamente nada, porque no quiere decir otra cosa más que la existencia de una discriminación tal hacia el movimiento homosexual que raya en la persecución, pero en ningún momento negó su existencia.

Información falseada
Es en este contexto en el que surge la información de la que hablaba al comienzo. Se aprovecho el dislate de Ahmadineyad para cargar las tintas contra él, para, en definitiva, seguir dibujando la imagen del enemigo número uno. Y es que la noticia de la que hablaba al comienzo –publicada por el diario El País– genera un lectura a modo de mensaje: “Si eres homosexual en Irán te ahorcan”. Evidentemente, esa es la razón por la cual no existen gays en este país. Sin embargo, a quien se atreviera a leer el reportaje completo –los menos– la primera sensación se diluye, pese a que al comienzo se señala que ser homosexual en Irán es motivo para ser condenado a muerte. No es cierto. Pero es que cuando se lee más dicho reportaje, se descubre que la imagen que ilustra el texto –la de dos hombre que van a morir ajusticiados– corresponde a dos hombres que han sido condenador a morir ahorcados por haber violado a un niño de 13 años. Es decir, que esa presunta sentencia a muerte no existen contra los “desviados” sino contra asesinos y violadores. El matiz es bien relevante en este caso, pese a que nada, ni el peor de los crímenes, justifica bajo concepto alguno la existencia de pena de muerte (que también existe por los mismos motivos en las legislaciones de algunos países que han puesto en su punto de mira a Ahmadineyad). Pero lo importante es que la interpretación original de que ser homosexual en Irán te lleva a la horca se transforma en la letra pequeña en que la condena a muerte es por violación y asesinato. Es bien distinto.

Es más, el lector que hubiera decidido adentrarse en el reportaje, leerá que en Teherán existen barrios homosexuales –como en Madrid, por ejemplo, añado– pese a que exista miedo a mostrar públicamente las tendencias sexuales –como aquí hace apenas unos años, vuelvo a añadir–. E incluso el texto acaba citando la existencia de informes elaborados por organismos internacionales como la Unión Europea en donde se cuestiona que exista persecución a los homosexuales, al menos, más de la que puede existir en muchos países “avanzados”. Sin embargo, al lector visual y de titulares se le ha entregado en bandeja, tanto en portada como en el interior del periódico, la lectura “homosexual en Irán = pena de muerte”. Así se está haciendo campaña para crear un nuevo enemigo. Y no pocos medios de comunicación han entrado en ese juego, hasta los que se autoconsideran como los más serios del mundo…